Orald cabreado.

Orald fue alla donde guarda a los caballos, en la pequeña cuadra de la Torre de Albor, aquella en la que habia dormido en la roca fria durante tanto tiempo. Mientras paseaba hacia la zona anhelaba esos muros blancos y brillantes, con el color de las juntas marrones del polvo acumulado casi ennegrecido. Giro la esquina y llego a la pequeña cuadra donde guardaba sus caballos...

Maldicion, ¿que rufian a cojido mis caballos? - decia al aire, como si estuviera por alli cerca- Maldita sea, no gano para viajes, para que llegue cualquiera y los coja como suyos. ¡Al menos dejadlos alli que cualquiera los pueda cojer!

Se fue pensando y refunfuñando entre dientes - Al proximo le clavo la pica en la garganta- decia.

Transcurría la mañana con tranquilidad, unos pequeños rayos de sol se dejaban ver entre las jugosas y esponjosas nubes. Norse, que allí se encontraba cepillando los caballos de Ser James, escuchó las blasfemas de Orald y empezó a reir entre dientes.

-Pobre, no sabeis que los animales, cuando dejan de seros leales, siempre buscan el cariño de otra persona que los alimente? Hacen bien en buscar otro amo si vos no los cuidais como debeis.- Le dice con una amplia sonrisa.

Orald, lo mira con cara de enfado y de pocos amigos, pensando que lo está vacilando, da media vuelta y continúa su camino.