Un nuevo terremoto
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Un nuevo terremoto
Furgot paseaba por el bosque de Niuby como todos los días; perdió un brazo en la batalla entre las tropas del rey Ziban y El Culto, y desde entonces se ganaba la vida como podía junto con su familia. Se sentó en la orilla del río y miró con traquilidad su superficie.
De repente, el suelo empezó a temblar.
Un potente terremoto estremeció toda Etrania y Furgot, como muchos otros, sólo pudo tirarse al suelo y rezar. Pero a los pocos segundos pasó, y todo volvió a la calma. Preocupado por su familia volvió lo más rápido que pudo a su hogar en Rostow, en medio de una multitud invadida por el pánico y rodeada por los escombros de las estructuras que no habían podido aguantar la sacudida.
El terremoto, desde luego, le recordó al que hacía tiempo había destruido el puente de Rostow. Estaba a punto de llegar a su hogar cuando un antiguo compañero suyo de la guardia le cogió por el brazo que le quedaba.
- Furgot, quédate en casa y no salgas, ¿de acuerdo?
- ¿Qué ocurre? - preguntó algo inquieto Furgot.
- Nos llegan noticias de que un numeroso grupo de kestels enloquecidos está entrando por el oeste de Rostow. Nos estamos dividiendo para detenerles. En fin, no tengo tiempo para distraerme. ¡Adiós!
Mientras Furgot corría, reflexionó: sin lugar a dudas, este terremoto era muy, muy similar al anterior. Porque también los kestels habían atacado Rostow en aquella ocasión.
De repente, el suelo empezó a temblar.
Un potente terremoto estremeció toda Etrania y Furgot, como muchos otros, sólo pudo tirarse al suelo y rezar. Pero a los pocos segundos pasó, y todo volvió a la calma. Preocupado por su familia volvió lo más rápido que pudo a su hogar en Rostow, en medio de una multitud invadida por el pánico y rodeada por los escombros de las estructuras que no habían podido aguantar la sacudida.
El terremoto, desde luego, le recordó al que hacía tiempo había destruido el puente de Rostow. Estaba a punto de llegar a su hogar cuando un antiguo compañero suyo de la guardia le cogió por el brazo que le quedaba.
- Furgot, quédate en casa y no salgas, ¿de acuerdo?
- ¿Qué ocurre? - preguntó algo inquieto Furgot.
- Nos llegan noticias de que un numeroso grupo de kestels enloquecidos está entrando por el oeste de Rostow. Nos estamos dividiendo para detenerles. En fin, no tengo tiempo para distraerme. ¡Adiós!
Mientras Furgot corría, reflexionó: sin lugar a dudas, este terremoto era muy, muy similar al anterior. Porque también los kestels habían atacado Rostow en aquella ocasión.
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