Dia de brujo, dia de albor.

La pesadilla termino subitamente tras encontrar en el recodo del camino una rana enorme que casi se lo traga. Sudoroso, sangrando, y con la respiracion entrecortada. Las sabanas aun pegadas a su cuerpo desnudo a pesar del frio que entraba por el ventanal de la torre.

- Un dia mas sin duda - Dijo Klaus buscando un par de telas para vendarse las heridas.

Se levanto con el sueño reflejado en su rostro, y fue a visitar las camas adyacentes con distintos pacientes que estaban siendo atendidos en ese momento. Momentos despues entro en la sala la novicia Aiura, cargada con una palangana de metal y un cubo de agua. Ayudo al brujo a lavar a los enfermos, asi como a darles medicinas o cambiar vendas. La chiquilla trataba a todos con una sonrisa que parecia sincera, al menos a él lo parecia. La dejo ultimar a los pacientes, y mientras esperaba, revisaba los multiples bolsillos interiores de su tunica. La primera revision habia terminado, y era hora de ordenar la biblioteca y limpiarla.

Nuevamente la novicia se ofrecio como ayuda, y en poco tiempo tenian la sala decentemente colocada y limpia. Alli reinaba el silencio, y asi lo mantenian cuando podian. Pero cuando tocaba seguir los experimentos en la sala alta, la cosa cambiaba a mejor. Nadie podria decir que Klaus era mal alquimista, pero era cierto que desde su ascenso, las explosiones y el humo dejaban su huella en el techo nuevo de la sala. La mezcla que preparaba ese dia se estaba tornando verde claro, cuando segun el, los reactivos debian dar color morado. Cuando quiso resolver la situacion, ya era tarde. Al añadir unas gotas del vial que guardaba en la manga, el vaso detono, esparciendo cristales por la habitacion. Busco a la alumna de la archibruja por la habitacion, hasta que un bulto emergio de debajo de la mesa con los pelos revueltos. La mirada basto para empezar a reir, bajo la mirada disgustada de Finnigan. Aiura se despidio en ese momento, quizas temerosa de nuevas explosiones, dejando a Klaus arreglando el estropicio... una vez mas.

La tarde se marchaba, dando a su vez paso a la noche iluminada por la luna. Brisa, calidez en el ambiente, y un ligero olor a sal. Era la hora de salir a aprender algo nuevo. El estanque se habia convertido en lugar de esparcimiento del brujo. Las noches traian a personas muy distintas cada vez. Un dia el mercader Salomon, otra a un acolito de ideas singulares, guerreros avidos de informacion, o bardos errantes dispuestos a cantar por un par de filetes calientes. Eran noches especiales. Charlas amenas, consejos varios, pero sobre todo, esperanza. El estanque daba fuerzas a todo aquel que compartia sus aguas, y daba sueños a sus habitantes, dejandolos sumidos en la felicidad con una sonrisa en los labios. O quizas solo fuera alguna planta extraña quemada en el fuego de una pipa de fumar. Quien sabe que ocurre alli, salvo que los alboreños se mecen en la esperanza de un lugar mejor.