Maestre Edward
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Maestre Edward
[Desaparecido]
Historia
El prado, el olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas que rodeaban Rostow y el ladrido de los perros de los granjeros, sin duda no era un lugar adecuado para un Yubonas dada la clase de gente que se movía por allí, pero si para uno un poco “distanciado” de las comidas familiares. Dos jóvenes estaban sentados en un montículo que daba una vista espléndida de los campos.
- ¡El entreno de hoy ha sido duro eh Ed!-. Bromeó un chico de unos 16 años
- ¡Bah!, no más que ayer, pero sin duda es muy necesario, ya viste a esos malditos Ketsels asomando el hocico por el bosque de Niubi
- Si, si, no me hables, casi nos decapita ese hideputa, ¿qué hubiese sido de la casa Yubonas sin su amado Edward eh?-. Después de decir ésta última frase comenzó a reírse fuertemente.
- ¡Oh vamos cállate Frank!, ya sabes que dentro de esa casa estoy igual que el perro familiar, ya sabes quién es mi padre y la fama que tiene, además, no tengas la lengua tan larga porque no te conviene.- Repuso Edward en una mezcla entre enfado y indignación
- Si, cálmate, sólo estaba bromeando. ¡Venga!, vamos a seguir entrenando o se nos hará tarde, ¡aún tengo que darte una buena paliza!
- PFFFF.- Se mofó Edward-. Recuerda que hoy vamos 4 a 0 ¡y aún no me has ganado en todo el día!, éste combate te servirá de reprimenda por tener la lengua tan suelta.
En realidad Edward decía toda la verdad, fruto de un encuentro entre Albert Yubonas, el archiconocido por todos por su frecuente mala costumbre de abordar tímidas doncellas y conquistarlas; y Margarette, una jovencísima y hermosa chica, la tercera hija del propietario de un gremio que centraba toda su actividad en el comercio. Según cuentan, al principio, Albert, al enterarse de la noticia, rechazó sin dudar cualquier responsabilidad sobre el asunto.
La casualidad o los dioses, quisieron que Edward naciese un cálido y primer día de verano, conocido por todos como Litha. La tradición marca que los nacidos éste día serán grandes guerreros. De éste modo, Albert, al enterarse del asunto no se lo pensó dos veces; negoció con Margarette que aceptaría la responsabilidad del neonato, otorgándole el apellido de Yubonas, a sabiendas de que en un futuro podría serle útil dada las circunstancias en las que había nacido y suponiendo que acabaría obteniendo y ganándose un puesto en la sociedad. A cambio, pidió que no se le pidiera ningún otro tipo de responsabilidad y que sería ella la que se encargase del mantenimiento, la educación y el cuidado de su hijo.
Después del entreno , se fue agotado hacia la ciudad para volver a casa, vivía con sus abuelos y su madre en la ciudad, estaba agotado.
- Madre, ¡tengo un hambre que me comería una vaca!.-
- No será necesario, siéntate Edward, tu abuelo estará al llegar.- contestó su abuela
- ¿Qué tal el entreno?, recuerda que mañana debes madrugar, empezaremos a estudiar la historia de la wyverna.- Preguntó la madre
- El entreno bien, lo recuerdo, se que preferirías que me dedicase más al estudio, pero desde que me pasó ése incidente en el bosque con el Ketsel… Además, ¡ya sabes que me encantan las espadas!
- Si, si, supongo que lo llevas en la sangre, al fin y al cabo naciste en Litha, y además tu padre Albert…
Margarette no pudo acabar la frase ya que el abuelo de Edward entró en la sala.-¡ No nombres a ese bellaco!, ni lo quieren en su casa ni lo quiero en la mía, ni siquiera nombrado.-
- Perdón papa.- Espetó Margarette avergonzada.-
- Espero que no vuelva a pasar…
El ambiente en casa de Margarette cuando se hablaba de la procedencia del chico no era distendido que pueda decirse, era un deshonor para la familia, pero un noble deshonor al fin y al cabo. Se mezclaba la vergüenza y la casta, extrañas circunstancias que hacían que el patriarca respetase y aceptase a Edward pero mantuviese una actitud hostil hacia la irresponsable de su madre.
Pero el día que Edward Yubonas cumple 17 años, que es hoy, es el día en el que de verdad empieza su historia…
Historia
El prado, el olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas que rodeaban Rostow y el ladrido de los perros de los granjeros, sin duda no era un lugar adecuado para un Yubonas dada la clase de gente que se movía por allí, pero si para uno un poco “distanciado” de las comidas familiares. Dos jóvenes estaban sentados en un montículo que daba una vista espléndida de los campos.
- ¡El entreno de hoy ha sido duro eh Ed!-. Bromeó un chico de unos 16 años
- ¡Bah!, no más que ayer, pero sin duda es muy necesario, ya viste a esos malditos Ketsels asomando el hocico por el bosque de Niubi
- Si, si, no me hables, casi nos decapita ese hideputa, ¿qué hubiese sido de la casa Yubonas sin su amado Edward eh?-. Después de decir ésta última frase comenzó a reírse fuertemente.
- ¡Oh vamos cállate Frank!, ya sabes que dentro de esa casa estoy igual que el perro familiar, ya sabes quién es mi padre y la fama que tiene, además, no tengas la lengua tan larga porque no te conviene.- Repuso Edward en una mezcla entre enfado y indignación
- Si, cálmate, sólo estaba bromeando. ¡Venga!, vamos a seguir entrenando o se nos hará tarde, ¡aún tengo que darte una buena paliza!
- PFFFF.- Se mofó Edward-. Recuerda que hoy vamos 4 a 0 ¡y aún no me has ganado en todo el día!, éste combate te servirá de reprimenda por tener la lengua tan suelta.
En realidad Edward decía toda la verdad, fruto de un encuentro entre Albert Yubonas, el archiconocido por todos por su frecuente mala costumbre de abordar tímidas doncellas y conquistarlas; y Margarette, una jovencísima y hermosa chica, la tercera hija del propietario de un gremio que centraba toda su actividad en el comercio. Según cuentan, al principio, Albert, al enterarse de la noticia, rechazó sin dudar cualquier responsabilidad sobre el asunto.
La casualidad o los dioses, quisieron que Edward naciese un cálido y primer día de verano, conocido por todos como Litha. La tradición marca que los nacidos éste día serán grandes guerreros. De éste modo, Albert, al enterarse del asunto no se lo pensó dos veces; negoció con Margarette que aceptaría la responsabilidad del neonato, otorgándole el apellido de Yubonas, a sabiendas de que en un futuro podría serle útil dada las circunstancias en las que había nacido y suponiendo que acabaría obteniendo y ganándose un puesto en la sociedad. A cambio, pidió que no se le pidiera ningún otro tipo de responsabilidad y que sería ella la que se encargase del mantenimiento, la educación y el cuidado de su hijo.
Después del entreno , se fue agotado hacia la ciudad para volver a casa, vivía con sus abuelos y su madre en la ciudad, estaba agotado.
- Madre, ¡tengo un hambre que me comería una vaca!.-
- No será necesario, siéntate Edward, tu abuelo estará al llegar.- contestó su abuela
- ¿Qué tal el entreno?, recuerda que mañana debes madrugar, empezaremos a estudiar la historia de la wyverna.- Preguntó la madre
- El entreno bien, lo recuerdo, se que preferirías que me dedicase más al estudio, pero desde que me pasó ése incidente en el bosque con el Ketsel… Además, ¡ya sabes que me encantan las espadas!
- Si, si, supongo que lo llevas en la sangre, al fin y al cabo naciste en Litha, y además tu padre Albert…
Margarette no pudo acabar la frase ya que el abuelo de Edward entró en la sala.-¡ No nombres a ese bellaco!, ni lo quieren en su casa ni lo quiero en la mía, ni siquiera nombrado.-
- Perdón papa.- Espetó Margarette avergonzada.-
- Espero que no vuelva a pasar…
El ambiente en casa de Margarette cuando se hablaba de la procedencia del chico no era distendido que pueda decirse, era un deshonor para la familia, pero un noble deshonor al fin y al cabo. Se mezclaba la vergüenza y la casta, extrañas circunstancias que hacían que el patriarca respetase y aceptase a Edward pero mantuviese una actitud hostil hacia la irresponsable de su madre.
Pero el día que Edward Yubonas cumple 17 años, que es hoy, es el día en el que de verdad empieza su historia…
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