Un hombre quebrado

Durante su larga vida, Eloise había aprendido a ocultar sus emociones más banales pero a pesar de haber mantenido la calma, en la soledad de su alcoba el encuentro con aquél joven no la dejaba conciliar el sueño. Con los ojos fijos en el techo, no paraba de darle vueltas a la vida de ese muchacho. Tendría que haberle dicho algo más, se culpaba por dejar que su miedo la bloquease por dentro, aún estás a tiempo, querría haberle dicho, aún puedes enmendarte, quizás así el juicio de Thanatos no sería tan duro, estaba segura de que allí donde iría nunca saciaría su sed, nunca saciaría su hambre, pero si ese espíritu roto juntaba sus piezas ese destino podría cambiar.

Intentaba darle vueltas al asunto una y otra vez, si se presentase el domingo... las palabras del Maestre retumbaban en su cabeza ¿Sereis capaz?, pero por más que le doliese justicia solo había una y haría lo que fuese necesario para que se cumpliera.

Una punzada de determinación se instaló en ella, se levantó tan rápido como pudo, se puso las zapatillas y se echó una manta por los hombros, despeinada y en camisón se dirigió al templo, encendió una vela y dedicó una oración a todas las almas rotas que habían perdido el camino en la vida, al fin y al cabo, eran los que más ayuda necesitaban.