Reflexiones al atardecer
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Reflexiones al atardecer
Al caer la tarde, después de un duro día de trabajo atendiendo a los trabajadores, cocinando para reponer en las cestas lo que se iba consumiendo, y sobre todo fuera ya de las largas y, al menos para él, pesadas discusiones del consejo, Salomón salió de la torre y se puso en camino para hacer la ronda de los recolectores, como la llamaba él.
Se acercaba por las obras y charlaba un rato con los artesanos para informarse de cómo iba la entrega de materiales, cuáles eran más necesarios, que hacía falta agilizar, etc. Era su tarea más agradable porque le daba esperanzas, cada día las cantidades eran menores, gracias a todos los que con su trabajo lo hacían posible.
Luego beatíficamente hacía el recorrido por la imaginaria calle que le llevaba a la parte de la ciudad que habían destinado al mercado y las tiendas de artesanías, se lo imaginaba, lleno de gentes trabajando afanosas, otros yendo y viniendo a por materiales, vendedores voceando sus productos, compradores paseando de puesto en puesto admirando los trabajos, en fin... Vida.
Recordó otros tiempos en los que todas sus preocupaciones se limitaban a conseguir tener los pedidos acabados en fecha, a conseguir que los mineros le trajeran bastante hierro, que el precio de los cueros no se le escapara de las manos para no encarecer los trabajos, añoraba la tranquilidad que le daba el tener trabajo, realizarlo y entregarlo.
Ahora su vida era, cuando menos, complicada.
Quejas, peleas, suspicacias, prisas, papeles, discusiones, acuerdos, decisiones.
Por un lado la gente de la ciudad, con sus problemas y exigencias, y...bueno, pensó, en el fondo también tienen su parte de razón, la seguridad era escasa, en Rostow teníamos mas, no tenemos un banco seguro, ni siquiera hay un lugar donde después de un duro día de trabajo distraerse un rato tomando una cerveza y charlando, claro que aquellas noches en la plaza......tampoco es que extrañara la taberna.
Por otro el consejo, al pensar en ello su cuerpo se puso como las cuerdas de un laúd, las tensiones políticas, los equilibrios que debían hacer para no crear más problemas de los que ya tenían encima....definitivamente, sonrió para sí, lo tuyo es la fragua Salomón, no los salones.
Seguía andando despacio admirando la nueva vegetación de la primavera, dio una patada a una piedra del camino la vio rodar por el suelo y con una sonrisa pensó si no era como él, casi le pareció que la piedra con su cara incrustada se reía.
Salomon- Cantidad de envíos : 746
Fecha de inscripción : 25/01/2011
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