En la sala del trono
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En la sala del trono
Por primera vez en varios años, todos los lores de Etrania estaban reunidos. La sala del trono se encontraba llena. Se había instalado en ella un sillón adicional, para respetar el lugar de los reyes. El sitio estaba vacío, pues su ocupante se había puesto en pie y paseaba mientras hablaba. La capa dorada se agitaba a su espalda mientras el Lord Protector se dirigía a los presentes.
- Como sabréis, hace unos días el soldado Martin atacó a dos personas cerca de la taberna de Malfario.
Los presentes miraron extrañado a Lord Cedric. Nadie sabía ni quién era Martin.
- Bueno, esto no sería algo que comentar en semejante reunión. ¡Si no fuese porque Martin lleva muerto dos semanas!
Los allí reunidos empezaron a murmurar con sorpresa. Lo cierto es que habían escuchado algún rumor sobre la vuelta de la Plaga, pero no había nada confirmado.
- Sí, es cierto. La Plaga ha vuelto. Acabar con la Orden no ha servido de nada. O no lo hemos hecho a tiempo. Etrania está en peligro una vez más. Esta vez hemos de actuar a tiempo, antes de que la Plaga comience a cobrarse cientos de vidas.
El Bellanti hizo una pausa para que la audiencia sopesase las palabras.
- Además está el asunto de esa escoria que se ha escondido en la Torre de los herejes. Seguramente la propia Plaga se encargue de librarnos de ellos como hizo con los mohúr en los tiempos de Damian. Pero mientras la enfermedad purga la tierra de los herejes no podemos permitir que campen a sus anchas por nuestra amada Rostow.
Muchos de los presentes asintieron ante las palabras. Otros, como Lord Ender Oakheart o Lord Stan Yubonas mantuvieron la mirada fija en el hombre vestido de azul y dorado.
- Una vez más se imponen las medidas desesperadas. Por todo ello, como Lord Protector de Etrania, me veo en la necesidad de instaurar un control sobre quién entra y quién sale de nuestra querida ciudad. Nadie sin la autorización expresa y firmada de un lord podrá entrar o salir de Rostow bajo pena de muerte.
El silencio se hizo en el lugar. Sentimientos enfrentados afloraban entre todos. Pero al fin y al cabo los allí presentes podrían decidir quién entraba y quién salía. Los tiempos de Damian habían sido mucho más duros, y esta vez se iban a anticipar a la catástrofe.
- Con el esfuerzo de todos salvaremos al reino de la devastación. Roguemos a los dioses para que nos guíen en esta ardua misión.
- Como sabréis, hace unos días el soldado Martin atacó a dos personas cerca de la taberna de Malfario.
Los presentes miraron extrañado a Lord Cedric. Nadie sabía ni quién era Martin.
- Bueno, esto no sería algo que comentar en semejante reunión. ¡Si no fuese porque Martin lleva muerto dos semanas!
Los allí reunidos empezaron a murmurar con sorpresa. Lo cierto es que habían escuchado algún rumor sobre la vuelta de la Plaga, pero no había nada confirmado.
- Sí, es cierto. La Plaga ha vuelto. Acabar con la Orden no ha servido de nada. O no lo hemos hecho a tiempo. Etrania está en peligro una vez más. Esta vez hemos de actuar a tiempo, antes de que la Plaga comience a cobrarse cientos de vidas.
El Bellanti hizo una pausa para que la audiencia sopesase las palabras.
- Además está el asunto de esa escoria que se ha escondido en la Torre de los herejes. Seguramente la propia Plaga se encargue de librarnos de ellos como hizo con los mohúr en los tiempos de Damian. Pero mientras la enfermedad purga la tierra de los herejes no podemos permitir que campen a sus anchas por nuestra amada Rostow.
Muchos de los presentes asintieron ante las palabras. Otros, como Lord Ender Oakheart o Lord Stan Yubonas mantuvieron la mirada fija en el hombre vestido de azul y dorado.
- Una vez más se imponen las medidas desesperadas. Por todo ello, como Lord Protector de Etrania, me veo en la necesidad de instaurar un control sobre quién entra y quién sale de nuestra querida ciudad. Nadie sin la autorización expresa y firmada de un lord podrá entrar o salir de Rostow bajo pena de muerte.
El silencio se hizo en el lugar. Sentimientos enfrentados afloraban entre todos. Pero al fin y al cabo los allí presentes podrían decidir quién entraba y quién salía. Los tiempos de Damian habían sido mucho más duros, y esta vez se iban a anticipar a la catástrofe.
- Con el esfuerzo de todos salvaremos al reino de la devastación. Roguemos a los dioses para que nos guíen en esta ardua misión.
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