La ausencia de Nora
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La ausencia de Nora
Esta mañana Nora se había levantado inquieta, las fiebres de su padre le habían hecho volver a casa de imprevisto para ayudarlo, pero la orden del Supremo Sacerdote había llegado a todos los rincones de Rostow perturbando la recíen obtenida tranquilidad. La plaga había vuelto, los más miedicas se habían recluido en sus casas, desconfiados de aquellos ciudadanos con pintas de aventurero, temerarios y demasiado atrevidos según algunos, ¡Ellos la traerán de nuevo a nuestros hogares! les gritaban algunas señoras al verlos pasar bien pertrechados y con sus mochilas llenas.
Había muchas cosas en la cabeza de la trovadora que daban una y mil vueltas mientras calentaba una cacerola de agua, después cubriría con paños calientes la frente de su padre tal como le había enseñado su amiga, se preguntaba cómo estaría mientras volvía con la olla cuando escuchó voces.
- Mira, mira, ¡Norita querida!¡tus amigos los que se van a casar! - Su vecina de toda la vida, Macarena, venía agitando un pergamino y dando voces, con el vestido remangado para no tropezar y los zuecos anunciando su cercanía. - ¡A la muchacha! ¡Que la han secuestrado!
Nora, cuya expresión divertida se tornó asustada, soltó la olla de agua hirviendo provocando que esta se derramara sobre sus pies. Entre el dolor y la noticia recibida, solo supo ponerse a saltar y a gritar, menos mal que Macarena ya estaba a su lado y la ayudó a sentarse en un saliente, donde sacó su odre de agua fresca con la que alivió los pies de la muchacha que resoplaba de dolor.
- ¡Pero Macu que susto me habeis dado!¿De dónde sacáis esa locura? - Nora no quería creer que nada malo le ocurriese a Arabella, pero cuando leyó el pergamino su tez tostada se volvió blanca como la leche y la trovadora cayó hacía atrás.
Más tarde, cuando ya se había recuperado de la conmoción, permanecía en la ventana mirando anhelante las murallas de la ciudad y tocando tristemente la lira mientras de cuando en cuando, echaba un vistazo al hombre que deliraba en la cama.
Había muchas cosas en la cabeza de la trovadora que daban una y mil vueltas mientras calentaba una cacerola de agua, después cubriría con paños calientes la frente de su padre tal como le había enseñado su amiga, se preguntaba cómo estaría mientras volvía con la olla cuando escuchó voces.
- Mira, mira, ¡Norita querida!¡tus amigos los que se van a casar! - Su vecina de toda la vida, Macarena, venía agitando un pergamino y dando voces, con el vestido remangado para no tropezar y los zuecos anunciando su cercanía. - ¡A la muchacha! ¡Que la han secuestrado!
Nora, cuya expresión divertida se tornó asustada, soltó la olla de agua hirviendo provocando que esta se derramara sobre sus pies. Entre el dolor y la noticia recibida, solo supo ponerse a saltar y a gritar, menos mal que Macarena ya estaba a su lado y la ayudó a sentarse en un saliente, donde sacó su odre de agua fresca con la que alivió los pies de la muchacha que resoplaba de dolor.
- ¡Pero Macu que susto me habeis dado!¿De dónde sacáis esa locura? - Nora no quería creer que nada malo le ocurriese a Arabella, pero cuando leyó el pergamino su tez tostada se volvió blanca como la leche y la trovadora cayó hacía atrás.
Más tarde, cuando ya se había recuperado de la conmoción, permanecía en la ventana mirando anhelante las murallas de la ciudad y tocando tristemente la lira mientras de cuando en cuando, echaba un vistazo al hombre que deliraba en la cama.
Kaileenah- Cantidad de envíos : 187
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