La carga de ser Escudero.
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La carga de ser Escudero.
Necesitaba urgentemente al brujo de la pomada que habia conocido en Albor. Las clases de monta le estaban pasando factura a pesar de lo curtido que se creia en la materia. Las horas y horas que estaba dedicando a aprender a montar como un caballero le habian producido llagas sangrantes en los muslos.
El viejo arquero de Albor le enseñaba la teoria de monta y como debia ordenar al caballo los movimientos a traves de ligeros golpes de talón, mientras que Ser Arkhand le daba las practicas en terreno abierto frente a la ciudadela. Cierto era que cada vez estaba mas comodo en la silla de montar, pero los dioses sabian el precio que estaba pagando por ello. Su humor se apagaba con cada llaga nueva. Las arrugas del ceño lo marcaban siempre que tenia que responder a algun comentario ingenioso de algun bardo o bufon de las calles del comercio.
-¿ Cuando me he avinagrado tanto Dioses? - Dijo un Leo hosco rebuscando entre las hojas quebradas de lo que en su dia fue una biblioteca en aquellas ruinas.
Se froto los muslos con el unico fin de aliviarse el dolor, pero solo hacia acrecentarlo mas con cada roce del cuero endurecido de debajo de las mallas. Intento juntar los trozos de un pergamino ajado y rugoso sin ningun exito. Al final, lo dejo amontonado en un estante sujeto por una pila de libros forrados de cuero duro. Monto de nuevo su caballo, y fue en busca del brujo mientras cabalgaba con los pies en los estribos, rigidos por el dolor, y la cara pegada a la crin del caballo.
El viejo arquero de Albor le enseñaba la teoria de monta y como debia ordenar al caballo los movimientos a traves de ligeros golpes de talón, mientras que Ser Arkhand le daba las practicas en terreno abierto frente a la ciudadela. Cierto era que cada vez estaba mas comodo en la silla de montar, pero los dioses sabian el precio que estaba pagando por ello. Su humor se apagaba con cada llaga nueva. Las arrugas del ceño lo marcaban siempre que tenia que responder a algun comentario ingenioso de algun bardo o bufon de las calles del comercio.
-¿ Cuando me he avinagrado tanto Dioses? - Dijo un Leo hosco rebuscando entre las hojas quebradas de lo que en su dia fue una biblioteca en aquellas ruinas.
Se froto los muslos con el unico fin de aliviarse el dolor, pero solo hacia acrecentarlo mas con cada roce del cuero endurecido de debajo de las mallas. Intento juntar los trozos de un pergamino ajado y rugoso sin ningun exito. Al final, lo dejo amontonado en un estante sujeto por una pila de libros forrados de cuero duro. Monto de nuevo su caballo, y fue en busca del brujo mientras cabalgaba con los pies en los estribos, rigidos por el dolor, y la cara pegada a la crin del caballo.
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