Mientras tanto, en el desierto...

Olia a humedad, a cerrado, y a mierda.La absoluta oscuridad que lo rodeaba y el sonido de las ratas eran una constante desde que lo encerraron. El sonido de una llave en la cerradura lo desperto de su sopor. Una pequeña rendija de luz se abrio paso hasta él cegandolo por completo. Se cubrio los ojos como pudo y espero. El sonido de unos pasos pesados, ruido de metal contra metal y el apagado rumor del cuero sobre la gravilla del suelo le hizo alertarse. Los guardias que lo custodiaban solian llevar las armas envainadas y no producian ese sonido. Alzo la vista hacia la luz y entorno los ojos para intentar ver en la ligera penumbra. Un hombre alto, de armadura negra y dorada, se alzaba ante él con una lampara de aceite en la mano.

- Mercader, en Rostow nadie ha pagado por ti - dijo el hombre con voz grave y carente de emocion.
- Por favor mi señor Liam, no me mateis, quedaos con mi caballo, con todo lo que tengo, pero no me mateis.
- No soy ningun Señor, mercader. Puedes marcharte, pero tus pertenencias, asi como todo lo que transportabas en ese carro se quedara aqui.

Liam le tiro a los brazos un fardo. Dejo la lampara de aceite junto al jergon de paja, y salio de la celda, dejando la puerta abierta. El hombre desanudo el fardo y saco ropas bastas sin teñir. En cuanto se hubo vestido, salio de la celda bajo la atenta mirada de los bandidos, y custodiado por 2 guardias. En el exterior, la luz del sol le daba de pleno y nuevamente, acabó cegado. Comenzó a andar con paso avivado hacia el campamento mendoza, con la esperanza de que algun caballero del lugar le prestase ayuda. Una flecha cruzo el aire y le acertó en la espalda, haciendole caer al suelo, donde quedaria como comida de lobos o cualquier animal de la zona. El guardia de Liam miró a sus compañeros y sonrió.

- Os dije que ese mercader iria a pedir ayuda a los Mendoza, os lo dije.