¿Quien dijo que seria facil?
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¿Quien dijo que seria facil?
El camino se oscurecia conforme entraba en el bosque, denso, asfixiante. Cada rama, cada piedra, parecia tener vida propia. Era tan real... poco a poco una densa niebla cayó sobre Caroline haciendola caer y caer, caer y caer.
Rodo por el camastro aun con la sensacion de vertigo. Un sudor frio le recorrio el cuerpo marcando sus pechos bajo el camison de sedas. Agitada, se levanto y abrio los postigos de la ventana. El frio invernal del amanecer calmo poco a poco su desazon. El sol empezaba a salir como todos los dias, Albor se desperezaba y se sacudia la nieve gracias a la creaccion de Assabin. Se lavo la cara en la jofaina y se cambio las sedas por un vestido de encajes y bordados, debia empezar a tratar con los comerciantes.
Abrio la puerta de la triste habitacion, salio, y se paro en lo alto de la escalera. Tomo aire, recompuso el gesto, y elevo la barbilla como ella sabia. La posada, a pesar de ser tan temprano, estaba bastante concurrida. A falta de un mercado donde pregonar sus productos, los campesinos, mineros, taladores y demas vendedores sacaban de las mulas de carga sus materiales. Empezaba la rutina. Recorria los vendedores y trabajaba los precios, intentando conseguir el mejor resultado. Como siempre, Salomon, con su sonrisa perenne, bajo las escaleras y se reunio con ella intentando aplacarse los pelos rebeldes. Juntos hicieron la ronda. Habitual. Demasiado habitual...
Empezaba el trabajo de verdad. Cargados con pieles, algodones, telas, y agujas, rumbo a la sastreria. Surtir tiendas. Vuelta a la posada con algo de cobre. Invertir ese cobre ganado, en mas materiales. Vuelta a empezar. Levantar una casa desde cero no era facil, eso lo habia aprendido de golpe. Pero ella y sus pocos mercaderes debian inyectar dinero en las arcas para un futuro. Tocaba el turno de la cocina. Mientras se despedia de Salomon, cargaba un caballo con los cacharros de cocina y fue a la imponente Torre Blanca. Mascullaba maldiciones con cada escalon que subia. Todo para trabajar la comida en un triste brasero. Sin duda, a pesar de los escalones, la vista desde alli merecia la pena. Se sentia alta, capaz. Su titulo llevaba obligaciones, y estaba dispuesta a asumirlas todas y cada una de ellas.
- Baelon
Sus palabras eran suspiros entre el viento de la Torre. Dejo que su apellido fuese arrastrado por el viento mientras se dejaba maravillar por el infinito mar que se abria ante ella. Poco a poco, volvio a la realidad, y pausada, casi frenada, volvio la vista a las obras casi completadas. Era un buen edificio, poder de la economia sin duda... el banco... los obreros tallaban la piedra basta dando cinceladas precisas. El agua rompio a hervir, y finalmente, la hizo volver en si del todo.
- Pronto seremos uno mas en la familia, ¿estare preparada? - Se acaricio el vientre aun plano, dando fuerzas a lo que si los Dioses le sonreian, fuese un hermoso Varon.
Rodo por el camastro aun con la sensacion de vertigo. Un sudor frio le recorrio el cuerpo marcando sus pechos bajo el camison de sedas. Agitada, se levanto y abrio los postigos de la ventana. El frio invernal del amanecer calmo poco a poco su desazon. El sol empezaba a salir como todos los dias, Albor se desperezaba y se sacudia la nieve gracias a la creaccion de Assabin. Se lavo la cara en la jofaina y se cambio las sedas por un vestido de encajes y bordados, debia empezar a tratar con los comerciantes.
Abrio la puerta de la triste habitacion, salio, y se paro en lo alto de la escalera. Tomo aire, recompuso el gesto, y elevo la barbilla como ella sabia. La posada, a pesar de ser tan temprano, estaba bastante concurrida. A falta de un mercado donde pregonar sus productos, los campesinos, mineros, taladores y demas vendedores sacaban de las mulas de carga sus materiales. Empezaba la rutina. Recorria los vendedores y trabajaba los precios, intentando conseguir el mejor resultado. Como siempre, Salomon, con su sonrisa perenne, bajo las escaleras y se reunio con ella intentando aplacarse los pelos rebeldes. Juntos hicieron la ronda. Habitual. Demasiado habitual...
Empezaba el trabajo de verdad. Cargados con pieles, algodones, telas, y agujas, rumbo a la sastreria. Surtir tiendas. Vuelta a la posada con algo de cobre. Invertir ese cobre ganado, en mas materiales. Vuelta a empezar. Levantar una casa desde cero no era facil, eso lo habia aprendido de golpe. Pero ella y sus pocos mercaderes debian inyectar dinero en las arcas para un futuro. Tocaba el turno de la cocina. Mientras se despedia de Salomon, cargaba un caballo con los cacharros de cocina y fue a la imponente Torre Blanca. Mascullaba maldiciones con cada escalon que subia. Todo para trabajar la comida en un triste brasero. Sin duda, a pesar de los escalones, la vista desde alli merecia la pena. Se sentia alta, capaz. Su titulo llevaba obligaciones, y estaba dispuesta a asumirlas todas y cada una de ellas.
- Baelon
Sus palabras eran suspiros entre el viento de la Torre. Dejo que su apellido fuese arrastrado por el viento mientras se dejaba maravillar por el infinito mar que se abria ante ella. Poco a poco, volvio a la realidad, y pausada, casi frenada, volvio la vista a las obras casi completadas. Era un buen edificio, poder de la economia sin duda... el banco... los obreros tallaban la piedra basta dando cinceladas precisas. El agua rompio a hervir, y finalmente, la hizo volver en si del todo.
- Pronto seremos uno mas en la familia, ¿estare preparada? - Se acaricio el vientre aun plano, dando fuerzas a lo que si los Dioses le sonreian, fuese un hermoso Varon.
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