Más ejecuciones
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El pueblo de Rostow se congregaba en la plaza frente al palacio. Los guardias Bellanti fueron pasando uno a uno a los diferentes prisioneros mientras se les iba leyendo su sentencia la cual, salvo algunos pocos casos, era la púrificación en la hoguera.
Cuando quedaba una única prisionera, esta apareció con el rostro cubierto por una capucha y precedida por un sacerdote de el Culto. Éste, con un rápido gesto, apartó la capucha y destapó el rostro de la mujer. Todos vieron unos hermosos pero castigados rasgos, el rostro casi consumido por la inanición, y una piel muy pálida, casi blanca.
El sacerdote detuvo los comentarios del pueblo con un contundente grito.
- ¡Escuchad, pueblo de Rostow!
A los pocos segundos se fue haciendo el silencio, hasta que todos los ojos estaban centrados en el hombre.
- ¿Veis a esta mujer? ¡Dice ser una sacerdotisa de Manat! -varios espectadores abuchearon.- Y esa es una de las mayores herejías, pues Manat es una diosa cuyo culto, como todos sabéis, no existe. Todos aquellos que proclaman servir a esta diosa son herejes, y suponen un peligro para todos. Así pues, su castigo será la purificación en el fuego; y recemos para que Gibil sea misericordioso, pues no creo que exista fuego capaz de purificar todas sus faltas.
El juez asintió y miró al público:
- Sentencio a esta mujer, Lawyn, a ser purificada en el fuego de Gibil.
El público gritó mientras los abucheos hacía la prisionera aumentaban. Los guardias se llevaron a los prisioneros, a quienes sólo quedaba esperar hasta que su sentencia fuera ejecutada en unos cuantos ciclos.
Cuando quedaba una única prisionera, esta apareció con el rostro cubierto por una capucha y precedida por un sacerdote de el Culto. Éste, con un rápido gesto, apartó la capucha y destapó el rostro de la mujer. Todos vieron unos hermosos pero castigados rasgos, el rostro casi consumido por la inanición, y una piel muy pálida, casi blanca.
El sacerdote detuvo los comentarios del pueblo con un contundente grito.
- ¡Escuchad, pueblo de Rostow!
A los pocos segundos se fue haciendo el silencio, hasta que todos los ojos estaban centrados en el hombre.
- ¿Veis a esta mujer? ¡Dice ser una sacerdotisa de Manat! -varios espectadores abuchearon.- Y esa es una de las mayores herejías, pues Manat es una diosa cuyo culto, como todos sabéis, no existe. Todos aquellos que proclaman servir a esta diosa son herejes, y suponen un peligro para todos. Así pues, su castigo será la purificación en el fuego; y recemos para que Gibil sea misericordioso, pues no creo que exista fuego capaz de purificar todas sus faltas.
El juez asintió y miró al público:
- Sentencio a esta mujer, Lawyn, a ser purificada en el fuego de Gibil.
El público gritó mientras los abucheos hacía la prisionera aumentaban. Los guardias se llevaron a los prisioneros, a quienes sólo quedaba esperar hasta que su sentencia fuera ejecutada en unos cuantos ciclos.
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