Una voz lejana
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Una voz lejana
Arrastrando un carromato, con unos brazos gruesos como los troncos de los árboles, llegaba a la Torre Blanca un hombre canoso desprendiendo sudor por todos sus poros.
Levantó la vista hacia las murallas, allí, con porte recto y diligencia unos soldados vigilaban el horizonte, escrutando cada sombra, cada leve movimiento de las hojas.
- ¿Habéis visto a Nora?
Si los guerreros se fijaron, habrán visto que en los ojos de Declan asomaba tímido el miedo.
- Lo siento, pero no hemos vuelto a ver a vuestra hija desde hace enios.
El hombre agachó la cabeza musitando un gracias apenas audible, y cruzó las puertas de la ciudad. Descargó los materiales que había conseguido reunir para las nuevas construcciones y por primera vez se arrodilló ante un dios, la Dama de Plata, desconocida casi para él, se imponía ante todos. Descargó sus últimas esperanzas en una plegaria.
- Vos que todo lo veis, decidme, hacedme saber, si mi hija sigue viva, decidme por favor que la voz que oigo lejana, esa voz rasgada por delicadas brisas veraniegas, no venía de mi cabeza. - Suplicaba con las palmas de sus manos tendidas en el suelo.
- Sonaba tan real que casi podía verla, escondida en algún lugar cantando, invocando a la vida, a la pasión; si ahora me falta ella, no tendré nada por lo que vivir, ayudadme, por los años que habéis permanecido oculta y encerrada en esta ciudad, haced caso a este pobre hombre.
Durante días, se le vió buscar en cada bosque, en cada rincón de Etrania, seguía el sonido de la música, pero cuando creía estar cerca desaparecía, y volvía a su refugio un poco más muerto.
¿Dónde había ido Nora? No tenía sitio al que ir, ya no tenía hogar, así lo sentía, demasiados cambios para soportar, se marchó lamentando dejar a sus amigos, y sobre todo a su padre, pero siempre había sido algo egoísta y aunque intentaba evitarlo, en estos momentos duros, su dolor se impuso ante todo lo demás y partió con sus pocas cosas, sin saber a donde iría, pero lejos de las traiciones, de los desengaños y de la guerra.
La canción que escuchaba Declan, la conocía a la perfección, paz, un himno a la paz que Nora había compuesto hace ya mucho tiempo, cuando la batalla unía a los ciudadanos de Rostow, no los separaba. Qué bonito le parecía aquello ahora y que poco lo apreció en su momento.
De cuando en cuando, algunos cazadores volvían tarareando..."La respuesta está flotando en el viento, anhela la paz y llora el desconsuelo."
Levantó la vista hacia las murallas, allí, con porte recto y diligencia unos soldados vigilaban el horizonte, escrutando cada sombra, cada leve movimiento de las hojas.
- ¿Habéis visto a Nora?
Si los guerreros se fijaron, habrán visto que en los ojos de Declan asomaba tímido el miedo.
- Lo siento, pero no hemos vuelto a ver a vuestra hija desde hace enios.
El hombre agachó la cabeza musitando un gracias apenas audible, y cruzó las puertas de la ciudad. Descargó los materiales que había conseguido reunir para las nuevas construcciones y por primera vez se arrodilló ante un dios, la Dama de Plata, desconocida casi para él, se imponía ante todos. Descargó sus últimas esperanzas en una plegaria.
- Vos que todo lo veis, decidme, hacedme saber, si mi hija sigue viva, decidme por favor que la voz que oigo lejana, esa voz rasgada por delicadas brisas veraniegas, no venía de mi cabeza. - Suplicaba con las palmas de sus manos tendidas en el suelo.
- Sonaba tan real que casi podía verla, escondida en algún lugar cantando, invocando a la vida, a la pasión; si ahora me falta ella, no tendré nada por lo que vivir, ayudadme, por los años que habéis permanecido oculta y encerrada en esta ciudad, haced caso a este pobre hombre.
Durante días, se le vió buscar en cada bosque, en cada rincón de Etrania, seguía el sonido de la música, pero cuando creía estar cerca desaparecía, y volvía a su refugio un poco más muerto.
¿Dónde había ido Nora? No tenía sitio al que ir, ya no tenía hogar, así lo sentía, demasiados cambios para soportar, se marchó lamentando dejar a sus amigos, y sobre todo a su padre, pero siempre había sido algo egoísta y aunque intentaba evitarlo, en estos momentos duros, su dolor se impuso ante todo lo demás y partió con sus pocas cosas, sin saber a donde iría, pero lejos de las traiciones, de los desengaños y de la guerra.
La canción que escuchaba Declan, la conocía a la perfección, paz, un himno a la paz que Nora había compuesto hace ya mucho tiempo, cuando la batalla unía a los ciudadanos de Rostow, no los separaba. Qué bonito le parecía aquello ahora y que poco lo apreció en su momento.
De cuando en cuando, algunos cazadores volvían tarareando..."La respuesta está flotando en el viento, anhela la paz y llora el desconsuelo."
Kaileenah- Cantidad de envíos : 187
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