Senderos de Cenizas
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"El noble que aprendió a volar"

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Mensaje  Mirgrof Sáb Ene 29, 2011 4:19 pm

Antes de profundizar, os contaré que esto es solo un fenómeno mediático producido por las morbosas lenguas de plebeyos y nobles de Rostow. Desde esta represión, multiplicada y repentina por la toma del poder de los Yorath, se han visto a muchos desgraciados caer desde las ventanas. Pero lo que os voy a redactar, se alimentó al saber que el que lo hizo fue un noble. Un noble de barbas largas pero con los ojos de un chiquillo, de capa y bombín marrón. Lo poco que uno puede escuchar sin rellenar de cobre en multitud de bocas, es que fue un noble anónimo. “Al noble le salió alas rompiendo su armadura de cuero y confundiéndose con los nubes”, “Usó un trampolín creado por los Brujos y escondido por paladines draconianos para saltar alto y lejos” “Murió del choque contra el empedrado suelo”. No escuchéis esas tonterías y hacedme caso a mí, que me ha costado de mi cobre para enterarme:

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Dai rápidamente abrió la puerta de una habitación de su propio hostal en la segunda planta. Vio a un joven con una armadura de cuero desgastada, su cara casi cubierta por una barba juvenil ocultaba unos labios finos y un bigote poco espeso acentuaba una nariz redonda y fina. El joven se sorprendió ante la entrada rápida y firme de Dai.

- Mi señor, estaba abajo entreteniendo a los guardias – Miró al joven .– pero no puedo entretenerles más, tenéis que esfumaros y claro, si bajáis por las escaleras no os gustará. – El joven se puso blanco.
- Si si si.. – Abrió bien los ojos – Bien me iré ya y no os pondré más en peligro. – Rápidamente abrió el armario de la habitación, sacó una mochila y un bastón de madera- Debajo de la cama tenéis el papel con mi sello, podréis extraer el cobre sin problemas dándoselo a Boden.
- Bajaré abajo, mi señor. En breves estarán aquí los guardias en su registro de rutina – Dai gestualizó para dar impresión de prisa – Adiós mi señor y mucha suerte – Salió de la habitación, quedándose con una última imagen del joven; un chiquillo asustado que le iban a cortar la cabeza.

Ahora el joven estaba solo en la habitación. Aunque desorientado, rápidamente miró a la ventana. Daba al establo donde guardaban los caballos. Sabía lo que tenia que hacer y pensó que la paja amortiguaría su caída. Se puso manos a la obra, no antes sin fijarse detenidamente si tenía su bastón y mochila bien sujetos. Al tirarse, escuchó un pequeño crujido que vino seguido de un terrible dolor. Entre la paja y restos de estiércol, soltó un alarido casi parecido al de una doncella en apuros. No tardo en darse cuenta que el choque provocó que se partiera el meñique de la mano izquierda. No tardo mucho en secarse una lágrima y auto calmarse. Mientras se levantaba sacudiendo la paja que quedó en su armadura observó a un chiquillo mal vestido que le observaba. “Ah claro, un mozo de cuadras, genial intuición la tuya, Matias”. El chico estaba asustado, parecía recién levantado, tendría unos nueve años. El noble de la barba llena de restos de paja soltó un bramido salvaje y entre salivas dijo:

-¡Soy un ogro chico¡ - alzó los brazos – ¡ Y como no te largues, te cenaré aquí y ahora! - Soltó un último bramido – ¡Y no se te ocurra avisar a la guardia! ¡Me quedaré aquí!


El joven cuidador de caballos, salió corriendo. El noble suspiró y se encargó de ir a por su fiel palafren. Encontró a su caballo dormido de pie y lo espabiló con unos pequeños azotes. Recordó los consejos de Jebay y susurró al caballo. El Palafren reaccionó y acepto ser atado por el noble. Antes de salir de la cuadra con su caballo, echó un vistazo desde el lateral del hostal a la puerta principal. Vio a dos guardias entretenidos por el chiquillo:

- Enserio, ¡Hay un ogro en la cuadra! – El niño cuidador fue empujado violentamente al intentar atraer al guardia con sus delgados brazos.
- Callaos u os ensartaré – Dijo el guardia violentamente.

“Ahora es el momento”. El noble arrastró a su caballo rápidamente hacia la calle entre el banco y la taberna. Se sentía mal al usar al chaval como distracción, pero sabía que Manat estaba de su lado y esto no era más que un juego de ajedrez. Dejó al caballo inmóvil frente a la taberna. Se fijó que en aquella fría noche había mucho barullo en la taberna. No se detuvo para así mirar si las puertas de palacio estaban vigiladas. “¿Un cambio de guardia?”, soltó una plegaria a Manat y casualmente, había un cambio de guardia. Rápido susurró a su palafrén y fue rápido a Palacio. Desde la nueva toma de poder de los Yorath y el destierro de la Orden, confiaba que los pasillos principales de Palacio estarían vacíos. Abrió la verja y metió al caballo rápido, con especial cuidado de no pisar las flores “Vaya Matias, en plena euforia le prestas atención a una idiotez”. Abrió la puerta y metió al caballo. Se encontró con algo que previo, pero no que confiaba mucho. Había un guardia que le miró con familiaridad:

- Oh joven Van Eyck – Le sonrió en el solitario pasillo – Os dije hace mucho que no metieseis animales en Palacio.
- Ambress, cuanto tiempo vengo a… - El noble se puso nervioso y dijo – ¡A traeros este caballo! , si.
- Pero ¿me lo tenéis que dar aquí y ahora? – El guardia extrañado miró desconfiado al noble.
- Si, su nombre es Esperanza y es un regalo directo de Ser Wortimer – El noble al ver que el guardia se puso blanco y tartamudeó “¿El bandido Ser Wortimer Stauton?”, aprovechó la confusión para correr por el pasillo.

El noble conocía unas puertas que lo llevarían a la entrada principal sureste de Rostow. Rápidamente atravesó varias habitaciones y se encontró en el cercado de la puerta. Se asomó ligeramente por la puerta para divisar a cuatro guardias. “Evasión Matias, evasión”. Mientras pensaba que hacer, otros dos guardias se acercaban a la puerta sureste.

- Dos de vosotros conmigo – El guardia que habló llevaba un escudo con el símbolo de los Bellanti muy limpio – Se sospecha que el noble ha huido, hay que ir a casa de su familia, rápido.

Esto hizo pensar al noble “Vaya, se nota que son inexpertos, muy idiota hay que ser para dejarme una puerta menos vigilada”. Ahora ya solo había dos guardias. Esperó justo el momento en que no verían que saldría. Las puertas estaban abiertas y eso facilitaría el salir. Estudió bien los movimientos de la guardia. Esperó a que la rígida y mecánica vigilancia de la pareja dejase un momento libre para poder escapar.
La paciencia y su propia destreza, le ayudó a pasar desapercibido de los guardias.

Fue por la costa hasta llegar al puente de piedra de Rostow, la que contaban historias de guerras, amores y venganzas. “De esta no salgo vivo”. Seis guardias con la capa morada. Ya sabía que le buscaban, pero confiaba que las noticias no habían llegado al puente. Pensó rápido, cogió un poco de tierra del suelo y la besó. Alabó otra plegaria a Manat y corrió hacia el puente alzando los brazos.

- ¡El templo se quema! ¡Ahh! – Cualquiera que lo viese, juraría que eso solo lo haría un cochinillo corriendo de un cocinero. Pasó a empujones entre los guardias. Los guardias se sobresaltaron y todos miraron al templo pero rápidamente, el que parecía el líder gritó.
- ¡Idiotas! – Señaló hacia la figura que ya había corrido por el puente - ¡Es Matias Van Eyck! ¡Disparad la ballesta panda de inútiles!.

El noble mientras corría sin mirar un momento atrás, escuchó el sonido de virotes que rozaban su oreja. “Corre idiota, ¡Corre!” Se repetía el joven noble. Los guardias se quedaron embobados viendo como el noble se introducía en la noche. Uno de ellos se rió aunque rápido el líder le pegó con el mango de la espada en su cara.

- El que se ria acabará debajo del puente – Miró furiosamente al resto – Y literalmente, durmiendo con los peces, ¡Esto no ha pasado! O nos cortaran el cuello, idiotas.


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Aquel que estuvo rondando por Rostow aquella noche, pudo ver a patrullas de guardias vigilando las calles de Rostow mas intentasemente de lo normal. Las patrullas siempre compuestas de cuatro guardias que trotaban y otros que se quedaban vigilando. Algunos guardias decían, “¿Se escapó de la ventana del Hostal de Dai?” “¿Voló con la seguridad respaldada de esa mujer?”. No solo los guardias vieron al noble saltar de una ventana. Al pasar los días, ya cualquiera que hablaba de ese noble anónimo, lo llamaban “El noble que aprendió a volar”.
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