Un horizonte de incertidumbre
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Un horizonte de incertidumbre
Pasados ciclos desde la cruenta batalla que desató la guerra civil, y a pesar de la inestable situación a la que todavía se enfrenta la ciudad, las calles parecen ir recuperando una frágil calma. La guardia Bellanti se asegura de mantener la seguridad de los ciudadanos, mientras numerosos habitantes, preocupados por el rumbo de la ciudad fundada por Modnyr y que fue el hogar de sus antepasados, se dirigen rumbo a la Torre Blanca, refugio de los últimos vestigios de una Orden herida por la muerte del Maestre Kylen Yubonas y víctima de la división.
El Sacerdote Supremo, erigido como la voluntad de Gibil en el mundo y proclamado dirigente de una ciudad sin rey, recuerda que la fe es el único medio para salvarse de la Plaga y que ésta ha regresado por no haber escuchado las advertencias que el Culto, guardián de Rostow durante siglos y voz de los dioses, dio al Rey Aldor y a su hijo, el Rey Ziban, en su errónea voluntad de recuperar las tierras de Etrania.
Los sacerdotes predican la verdad por las calles y el Santuario bulle con la actividad de todos aquellos que se afanan por recuperar el favor de los dioses. Los susurros de los rezos se ven acompañados de los cánticos a Gibil, Dios Supremo, envolviendo el templo con una misteriosa, casi de otro mundo, melodía. Algunos fieles denuncian a quienes han sido sus vecinos durante años, convencidos de su falta de fe o su herejía, alentados por el Culto; todo esfuerzo es poco para recuperar la estabilidad que solo los dioses pueden otorgar a Rostow.
La Torre de brujería, habitualmente abierta a los visitantes en busca de conocimiento, permanece con las puertas cerradas, firmes, silenciosa entre los edificios de la urbe. Parece querer pasar desapercibida ante la atenta mirada de el Culto, eterno rival en la búsqueda de la verdad, y sabe que su futuro es incierto. Nada se sabe del Prefecto, aunque según rumores, lleva largo tiempo sin aparecer por la Torre.
La tierra de Etrania se agita ante la incertidumbre de los tiempos que se acercan, mientras unos miran con esperanza hacia la Torre Blanca, que se yergue hacia el cielo, y otros la buscan en la seguridad de las antiguas costumbres.
El Sacerdote Supremo, erigido como la voluntad de Gibil en el mundo y proclamado dirigente de una ciudad sin rey, recuerda que la fe es el único medio para salvarse de la Plaga y que ésta ha regresado por no haber escuchado las advertencias que el Culto, guardián de Rostow durante siglos y voz de los dioses, dio al Rey Aldor y a su hijo, el Rey Ziban, en su errónea voluntad de recuperar las tierras de Etrania.
Los sacerdotes predican la verdad por las calles y el Santuario bulle con la actividad de todos aquellos que se afanan por recuperar el favor de los dioses. Los susurros de los rezos se ven acompañados de los cánticos a Gibil, Dios Supremo, envolviendo el templo con una misteriosa, casi de otro mundo, melodía. Algunos fieles denuncian a quienes han sido sus vecinos durante años, convencidos de su falta de fe o su herejía, alentados por el Culto; todo esfuerzo es poco para recuperar la estabilidad que solo los dioses pueden otorgar a Rostow.
La Torre de brujería, habitualmente abierta a los visitantes en busca de conocimiento, permanece con las puertas cerradas, firmes, silenciosa entre los edificios de la urbe. Parece querer pasar desapercibida ante la atenta mirada de el Culto, eterno rival en la búsqueda de la verdad, y sabe que su futuro es incierto. Nada se sabe del Prefecto, aunque según rumores, lleva largo tiempo sin aparecer por la Torre.
La tierra de Etrania se agita ante la incertidumbre de los tiempos que se acercan, mientras unos miran con esperanza hacia la Torre Blanca, que se yergue hacia el cielo, y otros la buscan en la seguridad de las antiguas costumbres.
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