Kerohs, Lengua dura.

Al buscar en la caja del banco de Kerohs, encuentras, semioculto en una bolsa de doble fondo, un pequeño libro. Este dice así:

Diario de Kerohs:

Desde que aquel cazador me dio este libro, no lo había pensado usar hasta ahora. Va siendo hora de escribir mis pensamientos. Quien sabe si caeré en esta guerra.

Aunque la mayor parte del tiempo, pienso en los bandidos y en Rostow. Siempre guardo algo para pensar en mi amor. Ella merece mi recuerdo mas que otra cosa... pero aun así tengo un deber. Aquí la vida se hace monótona. Y a pesar de mis escapadas al campo y al templo, solo me queda entrenar para la guerra. Quiero ser alguien, quiero poder defender a la ciudad que me ha dado cobijo, y a todos los que ella habitan. Quiero pertenecer a la Orden.

Se acerca el momento. Se que la batalla se acerca. La gente se esta preparando. Hay revuelo en el baluarte. Y yo con el vestido de boda de mi amada aun en las manos. Tendré que dárselo pronto. Ojala acepte casarse conmigo.

Se que ocurre algo... pero necesito mas información. Bajare a la taberna a ver si oigo algo nuevo. Quizás así me entere de algo.

Nada... mis informadores cada día saben menos...

Hoy me siento bien, disfrutare de la vida un nuevo día, y haré cosas gloriosas... cosas que nadie mas pueda. Seré los ojos y los oídos de aquel al que sigo sin dudar. El aun no lo sabe... pero mis “informadores” siempre han sido mis escapadas a la empalizada de los bandidos.... Me siento traicionado por mi mismo. Pero esa información puede ser mi pasaporte a la Orden.


Cierras el libro apresurado, habiendo visto lo que podía leerse a continuación. Para estar seguro de que nadie mas podía leer lo que no se ha citado, quemas el libro.

- Hay cosas que ningún crío que juegue con armas debería saber. - dices antes de arrojar el libro a las llamas, y sonreír complacido por tu maldad.